La
primera vez que fui a Paris fue como tienen que ser todos los viajes a Paris
una espléndida aventura romántica, cada día, cada hora, cada minuto de aquel
viaje fue un desbordante cúmulo de sensaciones amorosas, y digo el viaje y no
se esta bien empleada la palabra porque el viaje, al menos el de ida lo hicimos
por separado.
María
y yo nos vimos en Paris después de muchas peripecias, yo trabajaba en Madrid
pero me había empeñado en ir a una feria de teatro y eventos que había en Paris,
pero hasta el ultimo momento no sabría si podría ir, ella a su vez estaba de
viaje por Italia con una amiga y no sabia si podría despegarse del viaje para
llegar hasta allí, durante el tiempo que duró su estancia en Italia hablábamos
por teléfono para intentar combinar el viaje y también porque deseábamos
escuchar nuestras voces y hablarnos…
Al
final yo cogí el tren para la Gare de Austerltz y ella dejo
el viaje cerca de Marsella para encontrarnos, la primera noche la pasamos en un
pequeño hotel que la verdad ni me acuerdo donde estaba (pero es posible que
estuviera cerca de Les Halles, el antiguo mercado mayorista donde se desarrolla
la película Irma la Dulce ,
“pero eso es otra historia” como diría Moustache), solo recuerdo que la
habitación era minúscula y había que subir como cinco pisos por unas escaleras
estrechas y empinadas (con el tiempo me he dado cuenta de que en Paris hay
muchísimas casas así), pero para nosotros el sitio era ideal.
Al
día siguiente me puse a buscar a un tío que conocía de Madrid un actor que
harto de la intransigencia madrileña se había ido a vivir a Paris, por alguien
nos enteramos que trabajaba de camarero en un restaurante español en la ciudad
Bar Pepe creo que se llamaba, y allí nos presentamos y allí nos recibió como si
fuéramos amigos de toda la vida y nos ofreció su casa y además nos presto algo de dinero (Paris en
aquella época para un español era carísimo), a este amigo le vi al cabo de los
años, incluso trabajamos juntos en Paris y ya estaba completamente implicado en
el mundo del Teatro de Paris, que no es poco decir.
Durante
esos pocos días, yo me olvidé por completo de la Feria que supuestamente había
ido a visitar, pase solo una tarde por ahí deprisa y corriendo y el resto del
tiempo lo dedicamos a nosotros (diría a nuestro amor pero no me atrevo….)
visitamos el Sacre coeur, paseamos por Montmatre y por Saint Michelle,
admiramos el puente de Alejandro III antes de que se convirtiera en “el puente
que hay al lado de donde murió Lady Di”, el Centro Pompidou, donde después de
una magnifica visita y de mirar embelesados en la tienda de regalos todos los
fascinantes chismes que allí tenían María me regaló un preciosa pluma
modernísima en aquel entonces con todo el exterior chapado con pequeños dibujos
que reflejaban todo el espectro de luz, también estuvimos en el cementerio Pere
Lachesse, estábamos completamente despistados paseando por el cementerio
intentando encontrar alguna de las tumbas famosas que había y no lo
conseguíamos, había lapidas y panteones espectaculares pero de nadie conocido
para nosotros…en esas estábamos cuando escuchamos silbar a un trabajador que
estaba limpiando una lápida, estaba silbando la canción mas conocida de la
ópera Carmen, le miramos asombrados, nos acercamos hacia allí y ahí estaba la
tumba de Bizet. Era el final del verano, casi otoño y Paris estaba en pleno apogeo a nuestra disposición.
Y
nos toco volver….compramos los billetes de tren para ir a Madrid por Irun, el camino
habitual del tren y el mas corto, Llegamos a la estación, con el tiempo justo,
y allí nos dijeron que el tren a Madrid había sido suspendido porque había una
amenaza de bomba….y allí nos quedamos esperando sin saber nada de repente
cuando llevábamos varias esperando nos dicen que el tren se va a desviar y que
va a ir hasta La Junquera
para entrar a España. Bueno pues nada subimos al tren y había muy poca gente y
pudimos instalarnos en un compartimento para nosotros solos, allí siguió
nuestra aventura parisina durante todo el viaje, súbitamente lo que era un viaje de 12 horas se
había convertido en un viaje de 24 horas, no nos importó, así tendríamos mas
tiempo para estar juntos, no sabíamos lo que pasaría cuando llegáramos a
Madrid, pero en aquella ocasión Paris fue lo que siempre tiene que ser Paris
una ciudad única para vivir un romance verdadero.
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