viernes, 21 de agosto de 2020

Yo no soy marinero soy capitán 3/3

 Al final María se decidió a venir a verme a México, ella había tenido un papel muy importante en posibilitar mi viaje y yo no paraba de invitarla cuando hablaba con ella, y por fin dijo que si.

Iba a recogerla (si se redejaba) al aeropuerto de Los Ángeles con un coche que había alquilado en San Diego, la vi al salir con el equipaje y no tenia buena cara me imagino que por las 14 horas de vuelo desde Madrid y el esfuerzo de todo un año trabajando y eso...el caso es que en cuanto llegó nos subimos al coche para ir a San Diego a dormir, la distancia entre las dos ciudades es de apenas 300 km, el caso es que yendo por la autopista nos topamos con un coche de policía que circulaba justo al limite de la velocidad permitida, después de ir un rato detrás de ellos yo lentamente, muy lentamente comencé a adelantarlos, nada mas sobrepasar su coche dieron las luces de emergencia y nos gritaron por el altavoz que paráramos a la derecha, paré y el policía empezó a hablarme y a decirme que habíamos sobrepasado la velocidad permitida, yo me hice el tonto (no me fue muy difícil..) y le dije que no le entendía bien, que íbamos a San Diego que tal y que cual...al final debí convencer al tío y me dijo en un perfecto español, “vale pero la próxima vez que vea un coche de policía a la velocidad máxima permitida no lo adelante”, vaya susto, ya me veía en el calabozo.

Pasamos un par de días en San Diego mientras María pasaba el Jet Lag uno de esos días cruzamos la frontera para ir a Tijuana y a Ensenada, y pudimos comprobar como es esa frontera...a nosotros nos trataron medio bien pero la tensión es brutal.

Por fin un día fuimos en tranvía a San Isidro que se encuentra justo en el lado de EEUU de la frontera, cruzamos andando a Tijuana y allí fuimos a la estación para agarrar el autobús para La Paz (BCS), un viaje de 1000 millas terrestres (1400 km aprox) atravesando varios tipos de desierto y llegamos por fin a nuestro destino final la Marina de La Paz, donde estaba fondeado mi barco (al final se quedo con el nombre que tenía el White Heather) y lo abordamos, nos instalamos y al día siguiente nos haríamos a la mar, he de decir que María no lo tenia del todo claro, tenia algo de miedo y creo que no se fiaba del todo de mis conocimientos de navegación, y no andaba muy desencaminada.

La salida en la mañana fue hasta la Roca Lobos unas pequeñas islas que están al final del canal de entrada a La Paz, varias islitas que se llaman las islas del Espíritu Santo y como digo la mas conocida en la Roca Lobos que es un conjunto de rocas que emergen del océano y que están repletas de focas (lobos marinos), nos acercamos hasta las rocas , tire el ancla y desde el barco pudimos contemplar los lobos marinos, pero hacia bastante corriente y decidí movernos a un lugar un poco mas protegido para poder dejar el barco y salir a nadar con las focas. Dicho y hecho comencé a recoger el ancla pero no salia, tiraba y tiraba y no salia, lo intente con el motor y no salia, así que no me quedo mas remedio que colgarme el equipo de buceo que mi amigo Anatoli me había prestado, y descender agarrado al cabo del ancla hasta llegar a liberarlo, una vez liberado la corriente nos alejaría de las rocas y me daría tiempo a subir para retomar el gobierno del barco. Cuando comencé a bajar empezaron a cercarse a mi focas de mas de 200kg de peso nadando a mi alrededor a toda velocidad, todo lo patosas que son fuera del agua se convierte en agilidad pasmosa cuando están dentro, justo lo contrario que nosotros, sabia que no pasaría nada, pero fue muy inquietante, recuerdo que sentía mi respiración acelerada como Darth Vader pero con asma.

Bueno de allí nos adentramos un poco mas en la bahía que formaban las islitas volvimos a fondear y bajamos a nadar con los lobos marinos, cuando íbamos hacia una concentración de ellos, íbamos “snorkeleando”, una foca que dedujimos después que era una madre mosqueada se acercó a nosotros a toda velocidad, nos enseñó sus enormes dientes y se dio la vuelta, nosotros íbamos cogidos de la mano y dice María que yo la aventé hacia la foca para protegerme, no está acreditado....yo no lo recuerdo así...uf. Al volver al barco para continuar la travesía había ocurrido lo mismo que la vez anterior en ancla estaba atascado entre las rocas pero esta vez la cosa era mas complicada pues estábamos muy cerca de la costa y cuando yo liberara el ancla apenas tendría tiempo para subir a bordo, por lo que decidimos arrancar el motor y una vez que soltara el ancla María le daría caña para alejarnos de la costa y todo esto con mucho cuidado para no pasarme por la quilla...bueno a día de hoy estoy escribiendo esto ...todo salio bien, no sin algunos gritos y aspavientos pero salio bien.

Pusimos proa al norte costeando por la península de baja California por el Mar de Cortes y enseguida nos metimos en el cañón de San José, un estrecho que formaba la isla de ese nombre con el continente, ahí el tiempo se ralentizo, teníamos la corriente en contra y por mucha caña que le diéramos al motor aquello no avanzaba, y para colmo cada vez que María veía un delfín o una raya que saltaban cerca del barco, había decenas de ellos) daba un gritito y yo me sobresaltaba y le preguntaba ¿re pasa algo? Ella respondía indefectiblemente “un delfín..ha saltado aquí mismo”, esto unido a la tensión del no avanzar hacia que yo la mandara “a galeras” como ella decía que en realidad era que se fuera a la proa para hacer contrapeso y ganar algo de velocidad...en cualquier caso era muy divertido.

Pasamos la Isla de Monserrate y llegamos a nuestro destino Puerto Escondido un “refugio anti huracanes” un puerto muy protegido, tanto que para entrar había que atravesar un corto canal apenas 15 metros de largo, pero estrechisimo y ademas con el oleaje que se concentraba en el canal lo hacia peligrosisimo, con la valentía ignorante que me caracteriza pasamos sin chocar con nada y de repente nos encontramos en un puerto fantasma, lleno de barcos pero todos ellos cerrados y abandonados, allí los dejaban los gringos cuando se iban a EEUU, era una sitio turbador. Al bajar del barco todos los edificios estaban a medio construir y vacíos, desolador...y ademas el puerto estaba lleno de cucarachas de esas rubias volonas, daba reparo ir a tierra pero lo hicimos, comenzamos a andar por la carretera a pleno sol, pues debíamos de ir a algún sitio a conseguir gasolina y alguna cosa mas, al poco rato estábamos exhaustos y al doblar una curva de la carretera encontramos un “camper park” un lugar donde los gringos aparcan las caravanas, con piscina, tienda y un esplendido bar-restaurante entramos a comer y disfrutar del aire acondicionado y con solo 2 cervezas agarramos una borrachera impresionante, no de encontrarnos mal físicamente, sino de llorar y sentimientos a flor de piel y eso...muy bien.

Salimos de allí, y esa noche recalamos en la bahía de agua verde, una pequeña bahía con el agua completamente transparente y con un fondo de arena blanca que le daba un precioso color verde, nos encontramos con Brenan Fernandes y su mujer Bonnie que por radio nos llamaron y nos invitaron a cenar en su barco, dicho y hecho cuando llego la hora de la cena nos echamos al agua nadamos unos metros y allí estábamos, cuando llegamos Brenan tenia tal borrachera que toda la noche tuvimos que andar detrás de el para que no se cayera por la borda, la cena consistió en unos excelentes chuletones hechos a la plancha, regados con cerveza helada, en aquella bahía en mitad de la nada ellos llevaban absolutamente de todo en el barco, el Taurus, un velero de fibrocemento de unos 20 metros de eslora, después de la magnifica cena y la charla volvimos a “casa” María salio a dormir a cubierta .

Seguimos viaje y paramos a dormir la noche siguiente en una pequeñísima bahía en la que solo había un barco mas, a la mañana siguiente se había ido y el sitio nos gustó tanto que nos quedamos 4 o 5 días, estaba protegida del oleaje, había un arco de rocas donde bucear, cerca de la tierra donde podíamos ver la evolución de los pelícanos y los zopilotes, tranquila, magnifica, la llamamos Kadakala y desde entonces es nuestro lugar secreto, tan secreto que he intentado buscarlo en el maps con visión de satélite y no lo encuentro, pero allí esta y estará para siempre.

María tenia que volver a España, tenia el billete con fecha cerrada así que al cabo de los días continuamos bajando hacia La Paz, en otra bahía en la que había un campamento de pescadores baje a tierra nadando y les cambie uno de los depósitos de 20 litros que llevaba a bordo por que me llenaran el otro de gasolina y un pescado, un huachinango, después de hacer el trato volví al barco infle solo el suelo de la balsa que tenia, me la ate a un hombro y me fui a tierra nadando, me dieron lo que habíamos quedado, pero a la vuelta al barco tuve que ir espantando gaviotas que se querían comer el pescado que llevaba.

Por fin arribamos a la Marina de La Paz, estuvimos todavía algunos días juntos , empezaron a llegar las tormentas tropicales, que lo inundaban todo y eran muy fuertes, en esos momentos empecé a pensar en vender el barco...Una noche al poco de desembarcar fuimos al Black Bear un bar al que solíamos ir y otra ves con solo dos cervezas un a borrachera impresionante ademas si íbamos al baño a mear por ejemplo el mareo de tierra hacia que todo se moviera era muy mareante pero a mi me divertía.

También estuvimos pasando unos días en Punta Arena, uno de los ranchos de Blanca Fisher, que tan amable y decorosa como siempre había encargando a su ranchero Pino que construyera una especie de cabina de hojas de palmera para que María pudiera ducharse... en en el rancho solo había una palapa y nosotros dormíamos en el suelo en sacos de dormir, eso si con la prevención de antes de acostarnos mirar que dentro del saco no hubiera víboras ni escorpiones, pues durante el día les gustaba meterse dentro del saco al calorcito.

María agarro un avión en La Paz hacia Los Ángeles para volver a Madrid, yo me quedé en la Marina de La Paz decidiendo que hacer...Volví con María al cabo de unas cuantas semanas, nos fuimos a vivir juntos, tenemos dos hijos magníficos.