Solo una vez en lo que llevo de vida he viajado
en un avión privado, y además pagado por mi, fue en Septiembre de 2012 en un
viaje desde Venecia a Madrid, y digo avión por que en avioneta si había viajado mas veces,
incluso una vez en el aeródromo de Castellón (que no el aeropuerto) volé con un
amigote de un amigo y me dejo hasta pilotar un ratito, bueno estando en el aire
y con buenas condiciones atmosféricas no es muy difícil, despegar y aterrizar
ya es otra cosa.
El caso es que de este vuelo de Venecia a Madrid
del que hablo apenas recuerdo nada, bueno no recuerdo nada todos los datos que
tengo son porque me los contó María, y sé que fue cierto por la factura que
tuve que pagar.
Y aquí va la explicación ¿pues me llaman sin
razón corazón loco), el caso es que en agosto del 2012 estaba de
vacaciones en Italia con mi hijo Enrique
(casualmente el mayor Eduardo también estaba en Italia un poco mas al norte en
un curso de guitarra), bueno como decía estaba con Enrique, habíamos llegado en
avión a Verona y allí teníamos esperando un coche que había alquilado desde
Madrid, también tenia las reservas de los hoteles donde íbamos a estar en
Italia, Enrique en esa época estaba obsesionado con un juego de ordenado que se
llamaba Rome Total War e íbamos a visitar Roma, Florencia, algún sitio mas y
también Venecia. Agarramos el coche en Verona y nos fuimos a Padua, al lado de
Venecia, que es donde había reservado el hotel para ir al día siguiente en tren
a Venecia.
Todo estupendo, por la tarde cuando nos
instalamos en el hotel salimos a dar una vuelta por los alrededores, no
estábamos cerca del centro de la ciudad pero encontramos una pizzería
fantástica, como todas en Italia, cenamos una pizza y nos fuimos a dormir.
A mitad de la noche me desperté desasosegado y
con ganas de vomitar, fui corriendo al baño y vomite en el lavabo, tenía una
hemorragia esofágica, y vomité solo sangre una sangre muy roja, rojísima y
mucha, jamás podré olvidar la visión de aquel lavabo completamente rojo con un
color encendido, brillante, como las cerezas o las brasas de carbón bien
encendidas.
Como pude desperté a Enrique, que en un principio
no quería levantarse, fui hasta la recepción del hotel les dije lo que me había
pasado e inmediatamente llamaron a una ambulancia, por suerte había un hospital
cercano, la
Azienda Ospedalaria di Padova, nos subimos los dos en la ambulancia, Enrique
para ese momento estaba asustado, llegamos al hospital les conté lo que me
había pasado, desde mi teléfono, llame a María para que viniera a buscar al
hijo y me desmaye...
Tiempo después hablando con María me confesaba
que si bien estaba muy preocupada por mi, había algo que no la dejo dormir en
las 20 horas que tardo en llegar hasta Padua, y era que temía por Enrique,
estaba solo en un lugar extraño donde no hablaba el idioma, aunque se defendía
en ingles y luego supimos que así pudo hablar con los médicos, y no sabia quien
estaría con él, ni con que intenciones….bueno ese miedo que tenemos todos los
padres. Nada mas llegar al hospital pudo ver que le habían tratado
estupendamente, y que Enrique había sobrellevado muy bien la situación yendo a
verme a la habitación, y aunque no podía hablar, el solo hecho de verme que estaba ahí le
ayudaba a mantenerse estable, y que los sanitari@s le dieron de comer de su
comida y le llevaban a la cafetería del hospital a tomar refrescos… estuvo con
los médicos y las enfermeras muy bien atendido muchas gracias a tod@s. Al día
siguiente por la tarde llego María para hacerse cargo del niño, tenia 10 años.
Por lo que me han contado me hicieron varias
intervenciones, yo estuve ingresado durante un mes en ese hospital y no
terminaban de curarme, Padua es una ciudad pequeña y el hospital estaba bien
pero no tenían el quirófano adecuado para hacerme la operación que necesitaba,
propusieron llevarme hasta Roma en ambulancia, con la salvedad de que era un
viaje de mas de 500
kilómetros y era posible que no sobreviviera, María
junto con mi hermano Ye, que había ido hasta Padua para acompañarme y echar una
mano en lo que pudiera, en ese momento tomaron la decisión de alquilar un avión
medicalizado para que me trajeran al hospital que me correspondía en Madrid
(nunca les agradeceré lo suficiente que tomaran esa decisión), y eso me salvo
la vida, al llegar a España en el hospital me estaban esperando, durante todo
el tiempo que estuve allí fui “el de Padua”, me realizaron la operación con
éxito, y aunque el proceso de recuperación no fue fácil ni exento de peligro,
estuve un mes mas en coma en el hospital, ahora estoy vivo y eso siempre se
agradece.
Durante todo el tiempo de hospitalización y
traslado de Padua mi amigo, Pablo que trabaja en las oficinas de Sanidad de la
Comunidad de Madrid fue una pieza clave para estar suficientemente informados
de cómo iba todo, pues desde el servicio propiamente dicho no nos daban
información ni sobre los tramites necesarios, ni sobre si habían surtido efecto
o no, su intervención en este incidente fue de gran ayuda para todos.
Y como suelo decir aquella ha sido la única vez
que he viajado en avión privado, y no me acuerdo de nada...nadie es perfecto
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