viernes, 5 de junio de 2020

Yo no soy marinero soy capitán (1/3)

Yo no soy marinero soy capitán, y esto no lo digo yo lo dice la entidad Puertos Mexicanos,  Subdelegación del Puerto del Cabo San Lucas B.C.S. (Baja California Sur), y lo dijo el 23 de Mayo de 1.994, hace ya algún tiempo.

La primera vez que subí a un velero fue unas semanas antes en el puerto deportivo del Hotel Melia en Cabo San Lucas, recuerdo que desde que nos invitaron a dar un paseo en el barco hasta que subí en el estuve nervioso, comí poco pues temía vomitar y alguna otra prevención más…, pero cuando abordé al barco (se llamaba Sayana) fue como si toda la vida hubiera estado en uno, me sentí como en casa, me sentí a gusto y relajado, no tenia ni idea de nada pero estaba como en casa. Esa tarde Álvaro , el capitán, nos llevo a hacer un “sunset cruise”, un paseo a la puesta de sol con la suave navegación que le caracterizaba, sentados en la “bañera” escuchando la voz grave y melosa de Tracy Chapman, realmente cautivador.

Álvaro era un español que había recalado allí en Cabo San Lucas después de una travesía desde las Islas Marquesas en el Pacifico Sur, venia con su novia Chita, y allí se separaron, ella se bajo del barco para no volver, se quedo allí con su sobrina Cza y tenían varios proyectos en mente. El barco el Sayana era un velero de unos 11 metros, no muy grande pero suficiente para dos personas y completamente equipado con todo lo necesario para navegar y para vivir, además podía ser manejado por un solo tripulante. Álvaro llevaba muchos años navegando y leía la superficie del mar como un libro abierto, a mi me dejó completamente fascinado.

A los pocos días mi amigo Anatoli y yo partimos en autobús para Tijuana y después San Diego -menuda frontera la de Tijuana- durante el viaje pensaba en la posibilidad de comprar un barco y vivir en él y aprender a navegar…no paraba de darle vueltas a esa idea, y por fin decidí que si al llegar a San Diego encontraba un barco que pudiera comprar en buenas condiciones lo compraría, si no seguiría mi viaje hacia Japón.

De mi amigo Anatoli se pueden decir muchas cosas desde que tiene mucha suerte hasta que está bendecido con un don milagroso, el caso es que nada mas llegar a San diego (debo decir que junto con Fort Lauderdale es uno de los mayores mercados de barcos de EEUU) compramos una revista de barcos de segunda mano, en la misma estación de autobuses, y allí estaba el White Header mi barco, a los pocos días lo compre y me fui a vivir al barco en un puerto en Misson Bay, al lado de la ciudad.

Lo compré, era un barco pequeño de unos 25 pies (8 metros y poco), un barco antiguo de fibra de vidrio, pero con el interior puesto muy confortable, un camarote con una gran cama triangular en la proa, el salón con una mesa y dos bancos que se convertían en otra cama doble, en frente la cocina y aun otra cama que se metía por debajo de la bañera, todo esto acompañado de un baño y una especie de armario, con unos visillos de ganchillo que le habian puesto, en fin enternecedor.

Esto cambio totalmente mi vida y también mi viaje, pues la idea primigenia era dar la vuelta al mundo, pero me gaste mucho dinero (mucho para lo que tenia…el barco me costó 3500 dólares de los de entonces) y ya no iba a continuar el viaje…quería salir de San Diego lo antes posible pues estar en el club náutico costaba una pasta que no podía gastar, pero no tenía ni la mas ligera idea de navegar…osea nada nunca había navegado en un velero mas que un par de veces con Álvaro y claro yo no hacia nada todo lo hacia él.


Pero iluso de mí pensé que no debía ser muy difícil, llame al tío que me había vendido el barco y una mañana se vino al puerto, navegamos un poco por la bahía me explico cuatro cosas y ya está…ya me veía con fuerzas para hacerme a la mar, por la noche miraba las cartas de navegación y aunque no las entendía muy bien pensaba que no podía ser muy difícil…

Así que dos días después de la clase que me dio Jerry, me hice a la mar (que atrevida es la ignorancia), solucione el papeleo en el puerto, encendí el motor, solté amarras y me fui…nada mas salir por la bocana del puerto me di cuenta del inmenso error que había cometido, al chocar contra los espigones del puerto el mar formaba unas grandes olas que me vapuleaban sin compasión, me asusté muchísimo pero ya no podía dar la vuelta, bueno, no sabia.

Logre salir del puerto, y de repente me vi en medio de una enorme mancha de algas marrones que se enredaban en el motor, pero también logre sortearlas, y puse rumbo a las Islas Coronado que estaban relativamente cerca (24 millas), tengo que decir que también había comprado un GPS y menos mal, cuando llegue a las Islas 6 horas después me arrime a la costa y tire el ancla, estaba agotado, y me eche a dormir, milagrosamente esa noche no acabé contra las rocas, ni salí a la deriva, a pesar de que como supe mas tarde cuando aprendí algo de navegación, el ancla no estaba agarrada a nada en el fondo, posiblemente ni siquiera llegaba al fondo, pues el cabo del ancla estaba completamente vertical, y para un buen anclaje debe de formar un ángulo lo mas obtuso posible…en fin realmente milagroso.

Al día siguiente salí para las islas de Todos los Santos, unos islotes que están frente a Ensenada (BCS), empecé bien la travesía a motor y como a las dos horas de salir icé la mayor, empecé a lo que llaman motovelear llevaba todavía el motor encendido, al poco rato lo apague…una sensación espectacular, dejar de oír el runrún de motor, y solo escuchar el golpear de la proa contra las pequeñas olas que había…magnifico, inolvidable, y al poco rato unos delfines vinieron a navegar conmigo nadando a mi lado y cruzándose por la proa, no podía creerlo.
Tarde unas 6 horas en llegar a una bahía en Todos los Santos en la que ya había unos 4 veleros fondeados, la llegada fue complicada pues al ir a entrar en la bahía se me acabo la gasolina del motor (que había encendido para la maniobra de acercamiento) y al ir a arriar la vela mayor, inexplicablemente la botavara se salio del mástil y desparramo toda la vela por la borda…yo me puse muy nervioso, no sabia que hacer…si no tenia ni idea, entonces me calme no se como, recogí la botavara y la vela, eche gasolina en el motor  me adentre para anclar en la bahía, allí me acerque por la proa a las piedras de la costa, y eche un ancla….como había menos fondo que la noche anterior parece que el ancla enganchó, de todas maneras una vez más sin saber porqué no me sentía tranquilo, así que consulte un libro que me había dado Anatoli, La Biblia de la Navegación a Vela, y solté otro ancla por la popa…esto me salvo de estampanarme contra las rocas cuando cambio la marea, pues al girar el barco con la marea empezó a trabajar el ancla de popa, pues el de proa ya no tenia agarre y la de popa sujetó el barco ufff.....

Cuando desperté a la mañana siguiente salí del camarote y el barco estaba a escasos 2 metros de las rocas…una vez mas me había salvado sin saber como, y bueno me dispuse a salir de allí para cruzar las 10 millas que me quedaban para llegar al puerto de Ensenada, estaba lloviendo, puse la radio para escuchar la previsión meteorológica (la daba en español el gobierno mexicano, ya estaba en México), vaticinaba un viento de 40 Km./h y olas de unos 5 metros, en fin mala mar y sobre todo para un navegante (capitán jaja) que no tenia ni idea, pero con ese atrevimiento que tenemos los ignorantes, encendí el motor recogí las anclas y salí a mar abierto.


El viento y las olas me pillaban de través, con lo que el barco se balanceaba de babor a estribor y todo se movía y salía volando, tenía puesto el foque y esto no ayudaba, al contrario hacia que se moviese más, esta vela tenía un mecanismo para enrollarla desde donde estaba el timón pero no funciono, así que me fui a la proa a intentar enrollarlo a mano, cuando llegue allí me di cuenta de que la cadena y el cabo del ancla, que llevaba dentro de un cubo con tapa en la proa, se había abierto y todo se había desparramado y había caído al agua, inmediatamente me di cuenta de que esto podía romper el motor osea que me senté en la proa me aseguré no se como y empecé a recoger los metros de cuerda y cadena, ahí empecé a llorar…al rato me quede sin gasolina y tuve que volver a quedarme a la deriva para rellenar el motor, a esas alturas había corregido un poco el rumbo y las olas me entraban por la proa lo que hacia algo mas cómoda la situación.

Poco después el ancla volvió a caerse por la borda y tuve que volver a la proa a hacer la misma operación de antes…y no paraba de llorar, al haber corregido el rumbo no me acercaba tan rápidamente al puerto como debiera, y lloraba y lloraba y gritaba…estaba muy asustado, mucho.

No se cuanto tiempo tarde en llegar al puerto, solo se que cuando entré estaba temblando completamente, sofocado y exhausto, fondee donde pude, un poco alejado del pantalán pero al fin pude parar de moverme y de llorar, y poco a poco me fui recuperando.

Luego muchas veces he pensado que en las situaciones difíciles, si pudiera recordar esas sensaciones que tuve esta vez nada me parecería tan grave, pero por desgracia me temo que esa no es una facultad que tengamos los humanos.






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