Yo
no soy marinero soy capitán, y esto no lo digo yo lo dice la entidad Puertos
Mexicanos, Subdelegación del Puerto del
Cabo San Lucas B.C.S. (Baja California Sur), y lo dijo el 23 de Mayo de 1.994,
hace ya algún tiempo.
La
primera vez que subí a un velero fue unas semanas antes en el puerto deportivo
del Hotel Melia en Cabo San Lucas, recuerdo que desde que nos invitaron a dar
un paseo en el barco hasta que subí en el estuve nervioso, comí poco pues temía
vomitar y alguna otra prevención más…, pero cuando abordé al barco (se llamaba
Sayana) fue como si toda la vida hubiera estado en uno, me sentí como en casa,
me sentí a gusto y relajado, no tenia ni idea de nada pero estaba como en casa.
Esa tarde Álvaro , el capitán, nos llevo a hacer un “sunset cruise”, un paseo a
la puesta de sol con la suave navegación que le caracterizaba, sentados en la
“bañera” escuchando la voz grave y melosa de Tracy Chapman, realmente
cautivador.
Álvaro
era un español que había recalado allí en Cabo San Lucas después de una travesía
desde las Islas Marquesas en el Pacifico Sur, venia con su novia Chita, y allí
se separaron, ella se bajo del barco para no volver, se quedo allí con su
sobrina Cza y tenían varios proyectos en mente. El barco el Sayana era un
velero de unos 11 metros ,
no muy grande pero suficiente para dos personas y completamente equipado con
todo lo necesario para navegar y para vivir, además podía ser manejado por un
solo tripulante. Álvaro llevaba muchos años navegando y leía la superficie del
mar como un libro abierto, a mi me dejó completamente fascinado.
A
los pocos días mi amigo Anatoli y yo partimos en autobús para Tijuana y después
San Diego -menuda frontera la de Tijuana- durante el viaje pensaba en la
posibilidad de comprar un barco y vivir en él y aprender a navegar…no paraba de
darle vueltas a esa idea, y por fin decidí que si al llegar a San Diego
encontraba un barco que pudiera comprar en buenas condiciones lo compraría, si
no seguiría mi viaje hacia Japón.
De
mi amigo Anatoli se pueden decir muchas cosas desde que tiene mucha suerte
hasta que está bendecido con un don milagroso, el caso es que nada mas llegar a
San diego (debo decir que junto con Fort Lauderdale es uno de los mayores
mercados de barcos de EEUU) compramos una revista de barcos de segunda mano, en
la misma estación de autobuses, y allí estaba el White Header mi barco, a los
pocos días lo compre y me fui a vivir al barco en un puerto en Misson Bay, al
lado de la ciudad.
Lo
compré, era un barco pequeño de unos 25 pies (8 metros y poco), un barco
antiguo de fibra de vidrio, pero con el interior puesto muy confortable, un
camarote con una gran cama triangular en la proa, el salón con una mesa y dos
bancos que se convertían en otra cama doble, en frente la cocina y aun otra
cama que se metía por debajo de la bañera, todo esto acompañado de un baño y
una especie de armario, con unos visillos de ganchillo que le habian puesto, en
fin enternecedor.
Esto
cambio totalmente mi vida y también mi viaje, pues la idea primigenia era dar
la vuelta al mundo, pero me gaste mucho dinero (mucho para lo que tenia…el
barco me costó 3500 dólares de los de entonces) y ya no iba a continuar el
viaje…quería salir de San Diego lo antes posible pues estar en el club náutico
costaba una pasta que no podía gastar, pero no tenía ni la mas ligera idea de
navegar…osea nada nunca había navegado en un velero mas que un par de veces con
Álvaro y claro yo no hacia nada todo lo hacia él.
Pero
iluso de mí pensé que no debía ser muy difícil, llame al tío que me había
vendido el barco y una mañana se vino al puerto, navegamos un poco por la bahía
me explico cuatro cosas y ya está…ya me veía con fuerzas para hacerme a la mar,
por la noche miraba las cartas de navegación y aunque no las entendía muy bien
pensaba que no podía ser muy difícil…
Así
que dos días después de la clase que me dio Jerry, me hice a la mar (que
atrevida es la ignorancia), solucione el papeleo en el puerto, encendí el
motor, solté amarras y me fui…nada mas salir por la bocana del puerto me di
cuenta del inmenso error que había cometido, al chocar contra los espigones del
puerto el mar formaba unas grandes olas que me vapuleaban sin compasión, me
asusté muchísimo pero ya no podía dar la vuelta, bueno, no sabia.
Logre
salir del puerto, y de repente me vi en medio de una enorme mancha de algas
marrones que se enredaban en el motor, pero también logre sortearlas, y puse
rumbo a las Islas Coronado que estaban relativamente cerca (24 millas ), tengo que
decir que también había comprado un GPS y menos mal, cuando llegue a las Islas
6 horas después me arrime a la costa y tire el ancla, estaba agotado, y me eche
a dormir, milagrosamente esa noche no acabé contra las rocas, ni salí a la
deriva, a pesar de que como supe mas tarde cuando aprendí algo de navegación,
el ancla no estaba agarrada a nada en el fondo, posiblemente ni siquiera
llegaba al fondo, pues el cabo del ancla estaba completamente vertical, y para
un buen anclaje debe de formar un ángulo lo mas obtuso posible…en fin realmente
milagroso.
Al
día siguiente salí para las islas de Todos los Santos, unos islotes que están
frente a Ensenada (BCS), empecé bien la travesía a motor y como a las dos horas
de salir icé la mayor, empecé a lo que llaman motovelear llevaba todavía el motor
encendido, al poco rato lo apague…una sensación espectacular, dejar de oír el
runrún de motor, y solo escuchar el golpear de la proa contra las pequeñas olas
que había…magnifico, inolvidable, y al poco rato unos delfines vinieron a
navegar conmigo nadando a mi lado y cruzándose por la proa, no podía creerlo.
Tarde
unas 6 horas en llegar a una bahía en Todos los Santos en la que ya había unos
4 veleros fondeados, la llegada fue complicada pues al ir a entrar en la bahía
se me acabo la gasolina del motor (que había encendido para la maniobra de
acercamiento) y al ir a arriar la vela mayor, inexplicablemente la botavara se
salio del mástil y desparramo toda la vela por la borda…yo me puse muy
nervioso, no sabia que hacer…si no tenia ni idea, entonces me calme no se como,
recogí la botavara y la vela, eche gasolina en el motor me adentre para anclar en la bahía, allí me
acerque por la proa a las piedras de la costa, y eche un ancla….como había
menos fondo que la noche anterior parece que el ancla enganchó, de todas
maneras una vez más sin saber porqué no me sentía tranquilo, así que consulte
un libro que me había dado Anatoli, La Biblia de la Navegación a Vela, y
solté otro ancla por la popa…esto me salvo de estampanarme contra las rocas
cuando cambio la marea, pues al girar el barco con la marea empezó a trabajar
el ancla de popa, pues el de proa ya no tenia agarre y la de popa sujetó el
barco ufff.....
Cuando
desperté a la mañana siguiente salí del camarote y el barco estaba a escasos 2 metros de las rocas…una
vez mas me había salvado sin saber como, y bueno me dispuse a salir de allí
para cruzar las 10 millas
que me quedaban para llegar al puerto de Ensenada, estaba lloviendo, puse la
radio para escuchar la previsión meteorológica (la daba en español el gobierno
mexicano, ya estaba en México), vaticinaba un viento de 40 Km ./h y olas de unos 5 metros , en fin mala mar
y sobre todo para un navegante (capitán jaja) que no tenia ni idea, pero con
ese atrevimiento que tenemos los ignorantes, encendí el motor recogí las anclas
y salí a mar abierto.
El
viento y las olas me pillaban de través, con lo que el barco se balanceaba de
babor a estribor y todo se movía y salía volando, tenía puesto el foque y esto
no ayudaba, al contrario hacia que se moviese más, esta vela tenía un mecanismo
para enrollarla desde donde estaba el timón pero no funciono, así que me fui a
la proa a intentar enrollarlo a mano, cuando llegue allí me di cuenta de que la
cadena y el cabo del ancla, que llevaba dentro de un cubo con tapa en la proa,
se había abierto y todo se había desparramado y había caído al agua,
inmediatamente me di cuenta de que esto podía romper el motor osea que me senté
en la proa me aseguré no se como y empecé a recoger los metros de cuerda y
cadena, ahí empecé a llorar…al rato me quede sin gasolina y tuve que volver a
quedarme a la deriva para rellenar el motor, a esas alturas había corregido un
poco el rumbo y las olas me entraban por la proa lo que hacia algo mas cómoda
la situación.
Poco
después el ancla volvió a caerse por la borda y tuve que volver a la proa a
hacer la misma operación de antes…y no paraba de llorar, al haber corregido el
rumbo no me acercaba tan rápidamente al puerto como debiera, y lloraba y
lloraba y gritaba…estaba muy asustado, mucho.
No
se cuanto tiempo tarde en llegar al puerto, solo se que cuando entré estaba
temblando completamente, sofocado y exhausto, fondee donde pude, un poco alejado
del pantalán pero al fin pude parar de moverme y de llorar, y poco a poco me
fui recuperando.
Luego
muchas veces he pensado que en las situaciones difíciles, si pudiera recordar
esas sensaciones que tuve esta vez nada me parecería tan grave, pero por
desgracia me temo que esa no es una facultad que tengamos los humanos.
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